Crazy Blue Dream

Welcome to my world


Aquella frase era la más rotulada por Alexia en los últimos meses. Sus cuadernos, sus libros, sus carpetas... la tenían grabada más de un centenar de veces.
Se había enamorado, o tal vez se había vuelto loca, tras su viaje a L
ondres.
Aquella ciuda tenía magia, custodiaba algo entre las paredes de aquellas antiguas casas.
Tenía frescura en el aire, o tal vez, simplemente estuviese limpio de la contaminación que ella estaba acostumbrada a respirar.
Le gustaba la lluvia de Londres, a pesar de que odiase ver llover. Le gustaba salir a la calle y contemplar los parques húmedos y las aceras encharcadas.
La ciudad parecía llorar esos días, llorar hasta arrancarse el corazón, hasta desgarrarse el alma, llorar hasta deprimir a todo londinense.
Pero tras la tempestad venía la calma, y las gotas de agua pasaban de transmitir dolor a convertirse en verdaderos diamantes llenando todos los rincones de elegancia, dándoles a Londres ese aroma tan especial.

Cada vez que escribía I Love London, se cordaba del Támesis, de los largos paseos que solía dar a sus orillas.
Caminaba sola, sin embargo jamás había sentido soledad, con el paso lento, como si quisiese alargar el camino, abismada en sus pensamientos, hechizada bajo el embrujo del Támesis.
De cuando en vez, frenaba en seco, y sentía la necesidad de mirar el rio.
Observaba su cauce.
El agua transcurriendo lentamente, como imitando su caminar, como queriendo animarla a continuar su senda.
Aquella agua era su confidente, su fiel confidente, y Alexia le transmitía todas sus preocupaciones y frustraciones.
Junto a ella, allí a las orillas del Támesis, se sentía segura, protegida del mundo, como en su propio sueño.
Rodeada de sus pensamientos, los cuales afloraban sin temor, y fluían con las aguas del rio, entralazándose irremediablemente.
Pero ella apenas era consciente de que estas iban a parar al mar, y que allí flotarían a la deriva eternamente, hasta que algún navío los pescase y tratase de descifrarlos.
Sus pensamientos se esfumarían de aquel rio, al igual que Londres se había esfumado de su vida, y entonces tan sólo le quedarían los recuerdos borrosos de su mente, y aquella frase que no podía parar de rotular:

I Love London


-¿Nunca te has fijado en el color del mar?- le preguntó Ana con entusiasmo.

-Es obvio que sí- le puso mala cara, como si creyese que se estaba burlando de él-: el mar es azul.

-¿Dónde has visto que lo sea?- la niña abrió los ojos con curiosidad, y su hermano la destestó por un instante.

-Lo he visto con mis propios ojos- le respondió volviendo la cabeza hacia ella con decisión.

-¿Ah, sí?, pues a mi no me parece azul- no vaciló en su contestación.

-Da igual lo que a tí te parezca, culquiera te puede decir que el mar es azul, lo puedes consultar en cualquier libro, en cualquier foto...

-¿En ésta, por ejemplo?- le interrumpió señalando una de las instantáneas que reposaban sobre la mesa de aquel despacho.
El mar no era azul en ella, al menos no en su totalidad.

-No, en esa no, esa no es el ejemplo correcto- Toni estaba ya desesperado.

-Entonces, ¿cuál es?, esta también es una foto del mar- no le dió tiempo para responder, porque ella continuó-: el mar no es azul , Toni, el mar es como un espejo, tan sólo refleja luz, tan sólo proyecta imágenes.
El mar es una paleta de colores, una mezcla de todos ellos... tal vez, para tí sea azul, pero para mí es mucho más que eso, es un mundo de cristal, un mundo de vida, un lugar en el que todos depositan sus ilusiones.
El mar no es azul, es del color que cada uno quiere que sea...

Su hermano no rebatió sus palabras, simplemente enmudeció, para él, el mar sólo era un montón de agua inerte junta.


A menudo me lo pregunto: ¿qué tienes?
Apenas nos conocemos de un par de días,y no hemos casi ni hablado, porque en realidad, tú no hablas con nadie... no pronuncias nada, tan sólo observas, y yo, no puedo parar de seguir la ruta de tu mirada, no soy capaz de apartarme del imán invisible que tienen tus ojos... Aún así, lo peor es cuando sonries, y debes de saberlo, por eso no lo haces a menudo. El mundo parece endulzarse con tus labios, el tiempo se detiene un instante cediendo todo su protagonismo a tu expresión, y yo trato de no prestar atención, de pensar en otra cosa, pero es imposible, así que tal vez sea mejor que a partir de ahora también admire tu sonrisa o envidie tu felicidad. No sé lo que sucede, pero todo es extraño si no estás, todo se torna vacío y triste sin tus ojos posándose sobre cualquier cosa. No sé lo que sucede, pero espero no volver a morder una manzana envenenada, de ojos brillantes y jugosa sonrisa, porque entonces no podría soportarlo... Así que o desapareces de mi mente, o apareces en mi vida, pero no quiero tener tus ojos clavados en mi retina eternamente.


Jugábamos a jugar. Tú solías manejar la situación, te gustaba decidir cada movimiento, cada jugada. Yo simulaba dejarme llevar por tu corriente, dejar que me balancearas como las olas. Me gustaba oír el sonido de tu voz, cual brisa marina, fresca y firme, pero ambos lo sabíamos, estábamos jugando a un juego. A uno de niños, en el que intentas transformar la realidad, para no tener que enfrentarte a ella, para no toparte de frente con la vida y que esta no te hiriese en lo más profundo del corazón. En nuestro juego, no había princesas ni dragones, ni nadie que salvase al mundo, estábamos tu yo, convertidos en fichas de ajedrez, esperando el movimiento oportuno para darnos el jaque mate, más la ocasión parecia no llegar nunca. Otros días preferiamos ser manejados por el azar, dejar que las cosas fluyesen, solo para intentar convencernos de que no decidíamos nosotros, de que era el destino el culpable de todo aquello... Sin embargo, solíamos jugar, y jugando y jugando, nos dejamos atrapar en nuestro juego. Sabes, creo que jamás podré salir, creo que permaneceras ahí eternamente, y que sin embargo, tu jamás me revelarás tus cartas. Continuaremos jugando, hasta que se consuma toda la imaginación del mundo, o hasta que alguno de los dos consiga el coraje para decirle basta a esta droga. Porque nuestro amor es un juego, y el día que deje de serlo... dejará de ser nuestro amor.


Ha sido una pena,
mi príncipe azul estaba
en el otro lado del océano,
hablaba otro idioma, y...
ha pasado de mi.

Pero a pesar de todo,
él es mi príncipe azul,
porque de todos los sapos,
él era el único príncipe,
y a fin de cuentas:

¿Quién dijo que los príncipes
no pueden equivocarse?



A menudo sueño en azul.
A menudo suele envolverme esa bruma desde la cual ya no diferencias la realidad de la ficción.
Suele ser en esas largas noches de invierno, en las que deseas no moverte para que el frío no logre traspasar las mantas y llegar a tu piel, cuando cierro los ojos y todo se vuelve añil.
Todo mi mundo parece sumergido por el mar, o tal vez por el cielo, todo se vuelve tan surreal que sabes que lo estás soñando, pero a la vez lo desconoces...
En esas noches, siempre aparecen tus ojos, una y otra vez, hasta que consiguen gravarse en mis retinas. Y siempre escucho esa voz que no cesa de murmurar... azul, azul...azul.

A menudo sueño en azul, y a menudo suelo preguntarme si formo parte de tu hechizo o tu formas parte del mio, si ese es realmente mi mundo o es el tuyo.

Y cuando abro los ojos, siempre me sobresalta la misma cuestión:

¿Ha sido un sueño, o se ha tratado de una pesadilla?